jueves, 2 de mayo de 2013

POEMAS DE OMAR GARZÓN PINTO


                                                DESPEDIDA EN TACUEYÓ

Después de lo de ayer, solo me resta renunciar a todo lo que fui y a lo que seré, porque de lo poco que ahora soy, lo único seguro es esta última palabra que pronuncio.

No se salvó ni una mosca sospechosa, ni siquiera Dios por reclamar, ni el diablo por tardío, ni el río por ruidoso. No se salvó ni un árbol infiltrado entre nosotros. Todos hicimos parte del fuego: como sombra retorcida o humo de la noche; como cerillo consumido o ceniza entre la brisa, como piedra sobre piedra o piedra entre la boca. Todos hicimos parte del fuego.


No fue la danza de la lluvia, tampoco un cortejo de luciérnagas. Sólo recuerdo un corazón entre unas manos y un gemido como abismo y un ojo en una estaca, o era un niño, aún no sé. Un grito, un macabro grito dado en vano: ni los pájaros vinieron, y un cuello en otro cuello, en otro cuello, en otro cuello enclavado en un madero. Un pulmón entre las hojas que estaban en el suelo como manto sobre tierra que cubría otro pulmón agonizante.


Mirar a todos los puntos cardinales y en cada dirección presenciar una versión diferente del infierno que se hacía más y más grande con el paso de las nubes. No hubo santo, ni ave María, ni oración, ni ruego que fuera la respuesta, la esperanza, la última palabra. No hubo confesión o lengua seca, o rostro en suelo que determinara la estocada final. Todos los dolores del mundo nacían en mis heridas y mi estómago era una bandada de aves de rapiña y mi cabeza un enjambre de gusanos.


El fuego, recuerdo muy bien el fuego: Fuego y mis brazos en el piso;
Fuego y mis piernas todavía en el árbol como fuego.

Fuego y mis palabras de ceniza solo quedan y mi cuerpo como puerto calcinado que nadie visitó.



                                                  AQUELARRE EN MACAYEPO

Hoy cayeron piedras del cielo.

Cayeron tantas veces que nuestros cuerpos tomaron forma de cantera:
A su choque con el suelo daban gritos de agonía.
Cayeron como truenos cortando hasta el aire en nuestras bocas.
Hoy cayeron piedras del cielo y las ramas deshojadas de los árboles cobraron vida.
A cada paso de su danza vespertina nos quebraban los brazos, las piernas, la voz,
y el cuerpo en la montaña ya no era nuestro.

Los montes se alzaron imponentes para ser testigos de la fiesta de los hombres:
Ramas estacadas en los vientres, filos que salían de las venas, piedras en los ojos,
llantos sin destino... Todo en la vitrina de la muerte, todo en el lienzo de la tierra,
                                                                                                               ya salada, ya de cal.

Hoy cayeron piedras del cielo.
De su paso por aquí solo queda el rastro de unas sombras y los campos removidos
y las huellas de los niños y esta mano de algún anciano que partió sin ella.




                                              OTOÑO EN SAN JOSÉ DE APARTADÓ


Algo había escuchado sobre el otoño, pero no sabía lo que era.
Que las hojas caen como muertas de los árboles;
Que caen secas, lentamente, dijo la profesora.
Esta noche no es como las otras.
Un viento fuerte se abre paso entre las ramas
arrancando brazos, tumbando hombres.

No sabía lo que era el otoño. Ahora lo comprendo,
ahora que veo como caen los míos sobre el césped,
ahora que yo mismo caigo como hoja muerta en el camino.

Omar Garzón Pinto
Colombia





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